Camila Sanchez's profile

Branding: La Condesa Gastro Pub


Creative Direction: Camila SánchezPhotography and audiovisual production: Camila SánchezCreative writing: Marita OrtizCharacter 
Creation Art Collage: Pamela Pinto 
Motion Art and Graphic Design: Tito Torres 
Brand manual design: Kao 
Client: La Condesa Gastro Pub

Condesa

Durante el invierno de 1880, la joven esposa del conde de Hatfield muere por tuberculosis. Desolado, siente que jamás podrá sobreponerse de la pena. Al otro lado del río, una cesta con gatitos es abandonada en una de las atestadas calles de Whitechapel. 

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El conde Hatfield era conocido en toda la ciudad por su cerveza. Producía y fabricaba ingentes cantidades, en aquella época no se tomaba agua debido a la contaminación, por ello la consumían desde obreros hasta aristócratas.

Una noche, en la que el conde visitaba el Harp, pub frecuentado por intelectuales, se fijó en una joven que recitaba versos. Admirado por su obra, cada noche se sentaba muy cerca a escucharla. Poco a poco fueron intercambiando más palabras hasta que llegó el momento de la declaración de amor. En un acto disruptivo para las convenciones de la época, fue ella quien se le adelantó, declarando en versos su amor. 

Rosalyne, una de las pocas mujeres en aquel entorno, se había hecho camino en ese mundo con tenacidad. Era escritora y formaba parte del movimiento por el voto feminino. Estas actividades le habían hecho ganarse el rechazo de su entorno, conservador y opuesto a las reformas. Hatfield también había roto esquemas siendo un comerciante de cerveza cuando gozaba de su posición aristócrata que le permitía una vida muy cómoda lejos de toda privación pero también, alejado de todo lo que ofrecía la creciente industrialización y los movimientos culturales nacientes. 

No pasó mucho tiempo hasta que se concretó un acuerdo matrimonial, Rosalyne se trasladó al palacio del conde donde pudo gozar de más libertad para desarrollarse como escritora. El conde por su lado, elabora una cerveza con su nombre, que se volvió muy popular en la ciudad. Ella pudo publicar su obra poética, aunque lamentablemente, debió hacerlo bajo el pseudónimo de un hombre. 

Pasaron algunos años sin que llegará una descendencia. Los comentarios malintencionados circulaban y Rosalyne pronto dejó de frecuentar los lugares que, antaño, eran su sitio predilecto. El carácter se le avinagró, se negaba a salir de la recámara, su único consuelo era una gata ciega que encontró una tarde luego de visitar a su editor que le advertía no poder seguir publicando sus textos a riesgo de ser descubierto con lo cual perdería su reputación.

Llegó el invierno y enfermó. En pocas semanas su condición se agravó. La tuberculosis fue implacable y, para finalizar la estación, falleció. Su gata escapó como si supiera dónde encontrarla. El conde se quedó solo, sumido en una profunda pena. Se encerró del mundo y sus sirvientes tenían miedo de cruzarlo, cualquier acción u omisión, conducía a terribles arranques de cólera. Mandó a cerrar la fábrica. Permanecía en la biblioteca leyendo las cartas que a través de los años le había escrito su esposa. Así pasó el tiempo, en completa soledad. 

Ese mismo invierno, los gatitos abandonados, habían encontrado refugio en los altillos del mercado, en las noches podían conseguir sobras de comida para sobrevivir. 

Una de las gatitas, se mostraba distinta a los demás. Curiosa e intrépida, era el terror de los ratones, a quienes daba caza sin piedad. Un día, sin embargo, se topó con un hábil ratón. Lo persiguió por estrechas calles, por plazas y avenidas, hasta llegar a un palacio en el que se logra colar por un pequeño espacio. La gatita obstinada entró por la ventana y al hacerlo hizo que un florero caiga al piso y se haga trizas. Mala suerte, pues había entrado sin querer, al palacio del conde Hatfield, huraño e iracundo con quien quisiera mínimamente acercarse. 

Al escuchar el grito inquisidor preguntando quien ha irrumpido en su hogar, la gatita se esconde. Durante 3 días se escabulló en las sombras para evitar ser encontrada, pero él sabe que el intruso sigue en el perímetro, cerró completamente la residencia impidiendo cualquier posibilidad de escape. Al tercer día el hambre venció el miedo, decidió ir hasta la cocina en busca de algo para calmar la tripa. Fue muy sigilosa, sin embargo, el ratón se había adelantado, lo encontró sobre el pan saboreando y engullendo cada trozo. Al darse cuenta de su presencia el ratón saltó y cayó sobre las ollas causando un fuerte ruido, y desapareció. La gatita no tuvo oportunidad. Sin poder reaccionar una mano ya la tomaba del lomo. La gatita esperaba el puntapié, el castigo, como tantas veces lo recibió cuando era capturada tras tomar comida de los puestos del mercado, ni siquiera opuso resistencia.

– Pero, no habrás comido en días, ¡Estás en huesos! Fueron las palabras del Conde. La colocó con suavidad sobre el mesón y le ofreció un plato de ostras con pedazos de pan. Momento de inflexión para ambos. Sin quererlo, la gatita estaba ronroneando. Sin pensarlo, el Conde volvía a sonreír, luego de largos años de luto y aislamiento del mundo. Así comenzó una relación que cambiaría a los dos. Condesa, fue como nombró a la gatita, todos los días le daba ostras pues parecía disfrutarlas mucho. Ella disfrutaba acomodándose en su regazo, cerca a la chimenea donde descubrió el calor y las caricias. 

La fábrica se reabrió, con una nueva cerveza, La Condesa.

Dirección Creativa: Camila Sánchez
Fotografia y producción audiovisual: Camila Sánchez
Redacción creativa: Marita Ortiz
Creación de personajes Arte Collage: Pamela Pinto
Motion Art y Diseno Gráfico: Tito Torres
Diseno de manual de marca: Kao
Cliente: La Condesa Gastro Pub
Branding: La Condesa Gastro Pub
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